26/02/12
Hasta el cielo encapotado parecía querer
llorar en San Antonio de Padua. El silencio se cortaba cada tanto con el paso
de un tren por la estación. Con muchas de sus puertas abiertas. Como siempre.
Aunque en esta localidad del oeste del GBA, para muchos ya nada será como era
antes.
Familiares y amigos de Lucas Menghini Rey
–el joven de 20 años hallado el viernes en el tren y que ayer fue velado en un
club de la zona– habían convocado a través de las redes sociales a una
concentración para recordarlo. Y sus vecinos, sus conocidos, sus amigos y
familiares se sumaron masivamente.
Un grupo –en el que se encontraba María
Luján, la madre de Lucas– se quedó en Noguera, entre Italia y Ayacucho, en el
centro de Padua. Otro, de muchísima gente, decidió marchar una ocho cuadras
hasta la iglesia. Y así, minutos antes de la 8, arrancó una caminata en la que
la consigna parecía ser aplaudir . Porque el sonido de cada vez más manos se
prolongó durante casi una hora.
Los mismos carteles con la cara de Lucas
que hasta el sábado decían Lo buscamos habían sido recortados y ahora decían Lo
amo . También había fotos de Sabrina Espíndola y Tatiana Pontiroli, otras dos
víctimas que vivían en Padua. Y pancartas con las leyendas Fuera TBA , Juicio y
castigo para los culpables, Fuera TBA . Y un cántico mezcla de bronca y
resignación: Se va a acabar esta manera de viajar .
Sobraban gestos de dolor. Y testimonios.
Alicia Cossio vive a una cuadra y media de las casas de Sabrina y Tatiana y a
cinco de la de Lucas: “Hace 50 años que viajo en este tren como sardina. Y cada
vez es peor porque hay más gente y menos cerebro”, enfatiza.
Con lágrimas en los ojos se suma Susana
Rodríguez: “Lo único que puedo repetir desde ayer es perdón Lucas por lo que
nosotros no pudimos hacer. Como ciudadana tengo mucha vergüenza por lo que
pasó. Mi consuegra viajaba siempre en ese tren en el primer o segundo vagón.
Pero ese día lo dejó pasar porque venía muy lleno”. A medida que la marcha
avanzaba, más puertas parecían abrirse y más gente sumarse hasta formar una
larga hilera de tres cuadras alumbradas por las velas que llevaba gente mayor
hasta chicos.
Mientras, también se sumaba gente en la
sentada que la mayoría de amigos y familiares de Lucas realizaban en la zona
céntrica de Padua. Allí también había velas y otro aplauso que parecía eterno.
De vez en cuando alguien gritaba te
queremos Lucas o Fuerza Chimu y más de uno contenía las lágrimas.
Desde una esquina y apoyado en un bastón
Mario Bracco observaba y reflexionaba en voz alta: “¿Esto servirá para cambiar
algo?”.
Porque al dolor de la tragedia de la
estación de Once se le suma también la impotencia de querer buscar una
respuesta que nadie
Por Mario Wainfeld