A un
año de la tragedia de Once
Estas líneas a continuación quizá solo vayan a
engrosar la ya robusta cantidad de declaraciones en materia de funestos
aniversarios que como pueblo nos toca recordar. Pero desde el compromiso que tenemos
como parte del mismo para cambiar ciertos esquemas, que hasta el momento han
producido numerosas tragedias que nos empujan a recordarlas y a luchar por la
justicia, la expectativa puesta en que dichas pronunciaciones se conviertan en
voces que retumben en los oídos de quienes ejercen el poder se vuelve inmensa,
inconmensurable, imprescindible.
Un año ha pasado ya desde que la estación de Once
se lleno de gritos, dolor, indignación, muerte. Como así también el corazón de
toda la argentina trabajadora. Esa que padece a diario los avatares de no
contar con un transporte mínimamente adecuado; esa que es victima de una
corrupción rapaz, firmemente sostenida por las decisiones de quienes nos
gobiernan; esa que históricamente pide a gritos ser tenida en cuenta, y que a
quienes votan, gobiernen en consecuencia.
El año que ha pasado desde la tragedia se llenó también
de promesas, las cuales se venían esgrimiendo hace tiempo para calmar el
siempre in crescendo malestar de los
usuarios de la línea Sarmiento. Soterramiento, nuevas formaciones,
restructuración de las estaciones, y una frase celebre del ministro Florencio
Randazzo, que cobró ese mote no por acertada, sino por tragicómica: “revolución
del Sarmiento”. Lo cierto a fin de cuentas es que poco se sabe sobre el avance
del soterramiento; las formaciones que están (siguen) en servicio no son mas
que las mismas, pero superficialmente maquilladas (cuando sabemos el material
rodante sigue presentando todo tipo de falencias); estaciones a las que se le han
añadido relojes que marcan la frecuencia de los trenes, lo que solo pone en un
plano de indignación mayor a los pasajeros al saber, ahora con exactitud, el
tiempo que pierden hasta que arriba finalmente el tren.
Ha sido también un año marcado por el silencio. La
omisión al tema “22 F” que ha sostenido la presidente Cristina Fernández ha
servido solamente para amplificar el malestar de amigos y familiares de las
victimas, cuando no también el de los usuarios. Pocas veces en su gestión un
silencio ha hecho tanto ruido, teniendo en cuenta que no solo los empresarios a
los que el gobierno favoreció ciegamente con concesiones en forma de subsidios (con
los que estos montaron empresas en distintas partes del globo, reportando
fabulosas ganancias) están procesados por la tragedia, sino que ostentan la
misma condición ex funcionarios de su gobierno y el de Néstor Kirchner. Estamos
hablando de Juan Pablo Schiavi y Ricardo Jaime.
La convulsión que se ha vivido a lo largo de todo este año de luto en los usuarios
del Sarmiento no ha sido un factor determinante para que el gobierno empiece a
pensar en una política integral de renovación del transporte publico, sino que
ha intentado ser sofocada (vanamente) con anuncios rimbombantes para mejoras
totalmente superfluas, en las cuales el mismísimo usuario de a pie se da cuenta
que no es mas que un mero maquillaje, sabiendo que las demoras a causa de
desperfectos técnicos, accidentes provocados por un paleolítico sistema de señalización
y falta de formaciones para acortar las frecuencias, no pueden ser tapadas con
dos manos de pintura.
Un párrafo
aparte merece el brutal asesinato de Leonardo Andrada, quien recibió cuatro
balazos por la espalda en una para de colectivo en Ituzaingo. Andrada, testigo
clave en la causa, fue el motorman que condujo la formación siniestrada antes
de entregarle el tablero a Marcos Córdoba, quien finalmente terminó
colisionando. El malogrado trabajador había declarado en la causa que la formación
contaba con el triple de pasajeros que la misma podía transportar. Como si no
hubiera antecedentes cuando se tocan grandes intereses, los testigos clave continúan
indefensos ante las mafias que amedrentan y matan para que sus fraudulentos
negocios sigan generando ganancias.
Desde Merlo, lugar en el que nos toca ver esta función
de terror, hemos sido testigos de las sistemáticas mentiras con las que el
ministro del interior ha intentado engañar a los usuarios sarmientistas,
profiriendo pueriles discursos y rimbombantes anuncios para pequeños revestimientos
exteriores, temporales, que no han hecho mas que aumentar la indignación de los
mismos. Por supuesto que si hablamos desde Merlo (y de indignación), no podemos
dejar de mencionar las grotescas, macartistas e irrespetuosas declaraciones efectuadas
por el intendente Raúl Othacehe al momento de la tragedia: “Yo, Raúl Othacehe,
intendente de Merlo, no puedo dejar de pensar que hay que investigar a aquellos
que alguna vez quemaron trenes, que hicieron descarrilar trenes” aludiendo a “esos
grupos de izquierda, grupos troskistas que no tienen limite ante la violencia,
y que son capaces de cualquier cosa para obtener sus objetivos políticos”. Estos
funestos dichos efectuados por el intendente de Merlo en ocasión del trágico
suceso, cobran una dimensión aun mayor al tener al día de hoy una causa elevada
a la categoría de juicio oral, con ex funcionarios del gobierno y empresarios
afines como los hermanos Cirigliano (quienes en un momento han tenido
relaciones con Othacehe) procesados. Pero sobre todo resulta de una brutal
falta de respeto para con los 51 argentinos que ese 22 de febrero de 2012
perdieron la vida por causalidades muy diferentes a las que señaló el jefe
comunal.
Desde las organizaciones del campo popular, no
podemos en este penoso aniversario mas que redoblar los esfuerzos en exigir
justicia para las victimas de una tragedia que colocó un mojón indeleble en la
historia argentina, además de bregar por una reforma estructural del transporte
público en nuestro país. Solo de esa manera dejaremos de ensanchar la cantidad
de mártires del campo popular que han derramado su sangre por culpa de la
desidia y la corrupción a la que históricamente estamos expuestos. El boleto hacia
el tren de una solución permanente la tenemos nosotros: el pueblo argentino.