
En todos estos años fue un monólogo. Beneficios
para la empresa, pocas inversiones, manejar la producción a conveniencia de la
empresa y saqueo de nuestro suelo y de lo producido por el, enviando millones y
millones de dólares para hacer negocios en otros países.
La última carta en ese camino fue el ingreso
de los Ezkenazi, a quienes les permitieron pagar la compra con las ganancias
que le iba a reportar la empresa. Un regalo.
Esperamos que con la estatización de YPF
cambie la política energética (que fracasó claramente) y que para garantizar la
transparencia, los controles lo ejerzan, no solo oficialistas. Para que la
podamos aprovechar plenamente para nuestro desarrollo.
LIBRES DEL SUR-FAP
MERLO